Antonio Aradillas, con su libro sobre las catedrales

Antonio Aradillas: «Las catedrales son del pueblo-pueblo, entre otras razones, porque él mismo fue su constructor»

«Al pueblo fiel -y al otro-, le desagrada, molesta, desedifica y hiere sus sentimientos  piadosos, comprobar  que las visitas a las catedrales les cuestan dinero»

«El futuro de las catedrales depende de su reforma, renovación y acondicionamiento a cuando era ‘casa de la Iglesia’, es decir, del pueblo-pueblo, en conformidad con el tipo y esquema sinodal y ‘en salida’ que se nos predica»

«Confío mucho en el estado de ‘buena esperanza’ en el que el Sínodo está comprometido y nos compromete»

El templo catedralicio que más le gusta es ‘la catedral arrodillada’ de Mondoñedo y la más ‘ex-catedralizada’, la de Toledo

Entrevista a Antonio Aradillas en Religión Digital sobre su libro: «Las Catedrales son del Pueblo»

En un Consejo de Redacción de RD, al que asistió, en calidad de oyente, nuestro asiduo colaborador Antonio Aradillas, le propusimos la posibilidad de escribir una serie sobre las catedrales e España. Accedió, complacido, y durante medio centenar de semanas se publicaron en nuestro portal las informaciones referidas a otros tantos templos catedralicios, de los que se ha llegado a afirmar que “en la construcción de la mayoría de ellos, en tan solo dos siglos se removieron más piedras que en dos milenios en los templos egipcios”.

Fruto del trabajo del sacerdote-periodista y prolífico escritor, es el libro, titulado ‘Las catedrales son del pueblo’ y publicado recientemente por la editorial “ACCI – Asociación Cultural y Científica Iberoamericana-«, en cuyas 404 páginas se recoge una amplia perspectiva de los principales templos catedralicios del país.

 – ¿Por qué precisamente el título de” LAS CATEDRALES SON DEL PUEBLO” para tu libro? 

-Creo que sería este título el que hubiera sugerido el mismo papa Francisco. Las catedrales -de “cátedra”- no son de los obispos, tal y como mayoritariamente se cree en la Iglesia y fuera de ella.  “Desespicopalizarlas “– “desclericalizarlas”-   es y será tarea y ministerio eminentemente sagrados y sacramentales.  El sínodo y la cultura que su idea integra como esencial a la de la Iglesia, así lo  demandancon teología, pastoral y apresuradamente. 

Las catedrales son del pueblo-pueblo, entre otras razones, porque él mismo fue su constructor. De “las Casas de la Iglesia” en las que comenzaron a reunirse y a celebrar la Eucaristía –“partir el pan”-, los primeros cristianos, otros pasaron a construir “iglesias” dedicadas a estos menesteres, convertidas posteriormente en templos-catedrales, en conformidad con las exigencias de lugar y de tiempo, así como del estilo arquitectónico prevalente entonces.  Pero que conste que al principio no fue así.

– ¿Y después llegaron los señores obispos?

– Bien pronto ellos acapararon para sí y su cohorte tan sagrados lugares, como suyos y en exclusiva  o fundamentalmente,  de tal manera  que, cuando les son asignados -que no elegidos- , como sus pastores supremos de las diócesis respectivas, los consideran tan de su propiedad eclesiástica, que las informaciones-noticias que  les llegan al mismo pueblo de Dios es  la de que  ellos -los obispos- “tomaron posesión” de los templos catedralicios, previa entrada triunfal -con mulas o sin mulas- , y entronización en las cátedras sagradas. Con tal convencimiento, mandaron y mandan construir mausoleos para sí y los suyos, sin ahorrarse gastos financiados por los diocesanos, hasta el punto de ser ellos otras tantas referencias de arte y riqueza, tal y como ilustran y adoctrinan los -y las- guías de los  sagrados recintos.

-¿La visita a las catedrales te significó la inversión  de algún dinero…?

-A este respecto, recuerdo que el Cabildo Catedralicio de la “Primada” de Toledo, publicó en su día una nota oficial en la que se quejaba de “haber perdido en torno a cinco millones e euros, con ocasión de las limitaciones turísticas impuestas por el Covid-19”. El turismo es turismo y no porque sea “religioso” dejará de serlo, sino tanto o un poco más aún que el comercial.  Las justificaciones alegadas son muchas y de diversos colores. Pero al pueblo fiel -y al otro- , le desagrada, molesta, desedifica y hiere sus sentimientos  piadosos, comprobar  que las visitas a las catedrales les cuestan dinero, además de haber tenido que contribuir  a su conservación y mantenimiento, con las respectivas proporciones que la Hacienda pública  en versiones estatales, autonómicas y municipales  establezcan, con o sin Concordato…

-¿Lo mismo pasa con los museos diocesanos?

–  Sí. En la Iglesia y aledaños se ha “religiosizado” todo o casi todo, menos las personas.

-¿Tienen futuro las catedrales?

– El mismo, o similar al que tiene la Iglesia en su versión actual y en la práctica.  El futuro depende de su reforma, renovación y acondicionamiento a cuando era “casa de la Iglesia”, es decir, del pueblo-pueblo, en conformidad con el tipo y esquema sinodal y “en salida” que se nos predica e infunde. Catedrales, parroquias y templos no pueden ya dedicarse en exclusiva a actos de culto, cada día menos frecuentados por devotos y devotas, ausentes los jóvenes, salvo raras y salvadoras excepciones.

-¿Un ejemplo de catedral española para estar, rezar, y sentirse cristiano?

-La de Mondoñedo, pueblo-capital de diócesis de Galicia, que ronda los 2.000 habitantes, de estilo románico, que es conocida con el sacrosanto sobrenombre de la “Catedral arrodillada”.

– ¿Ejemplo de catedral “ex-catedralizada”?

– La “Primada” de Toledo, a la que en el gremio de los entendidos en “monumentalidades”, arte y riquezas oficialmente, es conocida y reconocida como “DIVES TOLETANA”. Las riquezas del tipo que sean no atraen a quienes buscan a Dios. Distraen, extravían y les hacen perder el camino y hasta la esperanza. Toda la catedral de Toledo es riqueza, comenzando por su Custodia en la que se le rinde culto al Santísimo Sacramento con devoción, procesionándose “uno de los jueves del año que relucen más el SOL”.

– ¿Te encontraste en alguna ocasión con el diablo en tu peregrinaje por las catedrales de España?

-Sí . Y la mayoría de las veces, en calidad de custodios y defensores de ellas. Talladas sus tremebundas y horrendas figuras en las gárgolas de sus tejados, impedían que el agua deteriorara las paredes de los templos, expulsándola lo más lejos posible de sus cimientos. El estilo gótico es proclive a la presencia y actividad del demonio. Al mismo, maligno por naturaleza y por catecismo, tal y como atestigua “El Topo” de la “Pulchra Leonina”, se le hace protagonista de leyendas tales como las que refieren que por las noches se dedicaba a destruir las obras realizadas durante el día por el pueblo y sus capataces…

– Doy por supuesto que en las catedrales de España no tuviste oportunidad de encontrarte con ninguna “obispesa” u “obispa”…

-En las de España, todavía no. Pero sí en no pocas de las de fuera de España, tan cristianas o más que las “católicas, apostólicas y romanas”. Todo se andará. Pero urge dar los pasos correspondientes para no perder el tren de la historia. Yo confío mucho en el estado de “buena esperanza” en el que el Sínodo está comprometido y nos compromete, de tal manera que, dentro de pocos años, el título de mi libro “Las catedrales son del pueblo”, quedará obsoleto. ¿De quien,  si no  del pueblo, serán las catedrales? ¿De los obispos? ¿Del clero? El de las “inmatriculaciones” es -será- capítulo aparte. También el de las reliquias, con el recipiente de vidrio que, con las debidas bendiciones e indulgencias, conserva un “suspiro de san José”.

-¿Hubieras podido entrevistar a Jesús en las catedrales visitadas, a las que haces referencia en el libro?

-No en todas ellas. Y menos en las solemnidades presididas por alguno de sus respectivos obispos. Nadie echa en olvido que uno -el Supremo- del gremio sacerdotal, fue quien decidió que a Jesús se le aplicara la pena de muerte en la cruz.

-Gracias, Antonio y a seguir con más libros, que es lo tuyo. Los años no nos tienen. Se tienen. Los años no cuentan. Se cuentan, o nos los cuentan y ya está. Gracias también por la ruta o guía que sugieres para visitar los palacios episcopales, con mención reverencial para los que se integran en las catedrales mediante el arco que sobrevuela la calle, con el fin de que los atuendos pontificales y sus púrpuras no se deterioren o no los profanen las miradas sorprendidas del pueblo.

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