Santiago Sánchez Murugarren. No me sorprende nada, como a muchos navarros, la actuación del Departamento de Economía del Arzobispado de Navarra.
Octogenaria alquilada de la casa parroquial de Lizoáin, pagando, nunca mejor dicho, religiosamente durante treinta y seis años, desahuciada.
Argumentos: goteras, grietas y demás deficiencias.
En un alquiler estas anormalidades no son atribuidas al alquilado, sino a la dejadez, desidia e incluso mala fe del alquilante (señor Arzobispado).
No puede el alquilado proceder a reformas sin el permiso preceptivo del alquilante (señor Arzobispado) haciéndose cargo en el caso de permisividad de los gastos y estar expuesto a una subida de la renta.
Inquiero: ¿había tomado el Arzobispado alguna previsión en el caso de que esta señora no tuviera medios para un alojamiento?
Para el Arzobispado no hubiera supuesto pega ninguna, dado la ingente cantidad de inmuebles que posee. Un ejemplo la casa parroquial de Zizur Mayor, recién reformada y con dos pisos, una para el párroco y otro deshabitado.
¿Legal? Sí. ¿Moral? No.
Me remito a un pasaje evangélico: ¿Era legal cuando Jesús despachó a los comerciantes del templo de Jerusalén? ¿Era moral?
¿Por qué en sus prédicas no resaltan la ilegalidad de este hecho?
También se resaltan las tres virtudes cardinales: Fe, Esperanza, Caridad.
Para esta mujer:
Fe, en el arzobispado ninguna.
Esperanza: idem de lienzo.
Caridad: a los hechos me remito.
Una cosa es predicar y otra dar trigo. No espere hacer pan con el que le den.
Saludos y ¡aurrera!