El ahora… y el más allá de Belén

Estamos en tiempos de contradicciones. Una parte considerable de nuestra población, vive pendiente, del aquí, del cada día, la hipoteca, conseguir un piso, el desempleo. Para un sector, cada día más amplio de esa población de nuestro entorno, ese cada día se hace más difícil, porque los alimentos básicos han aumentado, y para los parados o con trabajo temporal, para las viudas con pensiones la mitad de la de sus maridos.

Si trasladamos la mirada al tercer mundo hablan las estadísticas, contando en millones los seres humanos que pasan hambre. Son millones los niños que mueren de inanición y no por abortos El cada día de la inmensa mayoría de la humanidad, guiada por un neoliberalismo desenfrenado transcurre  en términos apocalípticos.

El propósito de nuestra reflexión es otro o sea: “La poderosa Jerárquica Católica” que levanta desde tiempo inmemorial  la bandera del más allá. Para ellos el objetivo definitivo a conseguir por sus creyentes  es un más allá difuminado, etéreo. Ganar ese más allá es el ideal al que tiene que aspirar todo buen cristiano, toda “persona de bien”. Claro que las contradicciones por su parte son tan claras. Ellos, la Jerarquía sobre todo,  vive en el más aquí de este mundo, con sus valores del bien vivir. Tienen sueldos altos (nunca se sabe cuánto). Residen en antiguas  viviendas, palacios bien renovados. Gozan de prestigio y poder, mucho poder. No les sonroja enfrentar todo su peso a los poderes fácticos de una sociedad laica. Se les ve asociados a los sectores políticos más antisociales en temas de educación y salud. El parloteo de sus discursos va siempre precedido del Jesús de Nazaret, nacido en un pesebre, (aunque ahora parece que no, que nació en casa de un carpintero, bien asentado, según lo ha dicho Benedicto XIII, señor de la infalibilidad). Con lo que gustaba a muchos de ellos el idilio del pesebre y los pastores.

El aquí de la sociedad en que vivimos es la propiedad privada y con una buena escrituración bien pagada en una prestigiosa notaría. El aquí del Arzobispado de Pamplona coincide perfectamente con esos parámetros y de ahí la escrituración de  más de mil inmuebles que han realizado y que los ha convertido en la inmobiliaria mayor de Navarra y quizás la empresa con el capital más sólido y solvente.

El dolor que sentimos los navarros  por habernos privado de los lugares más emblemáticos de cada uno de  nuestros pueblos, nos ha llevado a desempolvar archivos para encontrar infinidad de datos de quienes fueron los que levantaron esas piedras. Los diezmos y las primicias esigidas a todo productor agrícola o ganadero era muchas veces la base económica para renovar una iglesia, construir una ermita. Los que costearon esas maravillas talladas en los retablos. En la época de adornar las iglesias con los retablos eran dos, tres o cuatro carpinteros y maestros tallista, los que evaluaban el trabajo por realizar y le asignaban su precio en ducados y hasta en cántaros de vino a veces. Esto lo podemos encontrar en todo ayuntamiento, cuyo archivo intentemos revisar. Sus bóvedas góticas, las pinturas, vasos sagrados… Las facturas o pagos a los maestros artesanos ahí se encuentran. De todo ello se han apropiado.

Al desempolvar legajos aparecen datos muy ilustrativos que sorprenden. En el Archivo General de Navarra contiene una larga anotación de escrituras censales. Le dedicamos un tiempo y encontramos, que los canónigos de la Catedral de Pamplona tenían en Navarra entre los años 1695 a 1817 la cantidad de 336 escrituras censales, de ellas 14 eran de Aibar, 17 de Berbinzana, 10 en Falces, 16 en Puente la Reina, 4 en Estella, 1 en Allo, por citar algunos. Estos eran los tributos anuales y a perpetuidad que en casi todos los pueblos tenían que pagar a los canónigos. Revisando los mismos legajos, encontramos que en cada pueblo tenían varias escrituras censales con el clero del lugar. El aquí del clero estaba bien asegurado. Los creyentes a cambio tenían un seguro del más alla que constantemente les predicaban. Con la finca entregada se verían libres del terrible purgatorio con sus llamas de purificación (que ya no existe según los teólogos) y el más terrible infierno que tan lleno de tormentos se lo describían.

Hoy en día  un porcentaje muy alto de nuestra población, parece que prescinde de esa teoría del más allá tan predicada en las iglesias. El anhelado estado de bienestar se trasforma en 25% de nuestra población navarra, en un sobrevivir con muchas dificultades, en verdadera pobreza para una parte de ellos.

Ellos (los más pobres) injustamente privados de lo necesario, en una sociedad con un pésimo reparto de las riquezas. Los jóvenes están más atenazados por las hipotecas, que con tanta alegría se las inyectaron. El más aquí de los Bancos está bien demarcado, la máxima ganancia.

El interrogante salta ¿y los teóricos del más allá, con quien están? Han logrado atesorar escrituras de propiedad de todo aquello que han  gozado de su uso, pero cuyo titular dominical (titular de dominio) nunca fue de ellos, sino de nuestros pueblos, que los levantaron, los utilizaron para sus necesidades de Concejo y las han mantenido hasta el día de hoy.

Suponemos vigente aquello de que “es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja a que un rico entre en el más allá.” ¿O no está vigente, para los de la mayor inmobiliaria de Navarra?

Predicar estos días el Portal de Belén, suena a vacío, cuando las notarías se llenan de inmatriculaciones que servirán de garantía ante los Bancos.

Pedro Leoz Cabodevilla

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