La vida volvió ayer a Abaiz, el despoblado de Lerga en la Val de Aibar, desde que lo compraron sus habitantes en 1927, para celebrar la recuperación las ruinas de la ermita de Santa Elena, de las casas colindantes y de sus tierras, arrebatadas al pueblo por el arzobispado con la inscripción a nombre de la diócesis de Pamplona y Tudela en septiembre del 2011.
«Este es un gran día para todo el pueblo», expresaba su alcalde, Iñaki Iriarte, que no dudó ni un momento en pelear por lo que consideraba suyo y de sus vecinos. «Si ganamos, lo celebraremos», le dijo al párroco, Fermín Macías, al que Lerga culpa, recién iniciado el proceso. Y en eso estaban ayer, mayores y pequeños y un buen nutrido grupo de jóvenes que llegaron a pie, y en coches para disfrutar de la sencilla fiesta.
«Todavía no tenemos la conformidad del juzgado pero sí la cancelación de la inscripción por el Registro de la Propiedad», documento que entró en el Ayuntamiento el 29 de agosto, siete días después de que el alcalde a voz en grito proclamara en el chupinazo que el arzobispado había pedido la rectificación.
Iñaki Iriarte, ayer y siempre arropado y agradecido, no estuvo solo. De las primeras reuniones en cuanto se supo que el arzobispado inmatriculaba asesorado por el párroco y a petición del alcalde de Eslava, Félix Bariáin, localidad de la que Abaiz, aún siendo de Lerga, ha dependido eclesiásticamente, salió una comisión popular que conjuntamente con el Ayuntamiento defendieron con pasión lo heredado de generación en generación. «Una cosa es el poder eclesiástico, y otra el civil, y no hay que mezclarlos; por eso no quisimos considerar el posible conflicto con Eslava», asegura el alcalde.
Sabían en la villa que tenían por delante una lucha fuerte, «pero lo que teníamos todavía más claro era que Abaiz es del pueblo», recuerda el regidor. De hecho, el salón de reuniones se llenaba cada domingo como respuesta a las asambleas, más de ochenta vecinos se personaron en los recursos, la gente puso banderas y carteles de repulsa en sus casas.
Lerga deja atrás el esfuerzo y los días amargos. «¿Quién nos lo iba a decir, cuestionar que Abaiz es de Lerga?», se preguntaba uno de sus mayores, Emilio Marco, de 86 años. El agricultor que tantas veces pasara por el término para trabajar en sus fincas, reprocha al párroco su actitud de actuar a espaldas del pueblo. «Ahora quiere rectificar, pero cuando se pierde la vergüenza es difícil recuperarla». La falta de confianza hace que la asistencia a las misas se resienta. «¿Para qué vamos a ir si no creemos en ellos?», se lamentaba Emilio Marco, quien ya sólo acude a su iglesia de San Martín, por supuesto, también inmatriculada, por algún motivo personal.
Agapito Beroiz, que cumplirá 90 en marzo, calificaba el día de espléndido, corroboraba las palabras de su vecino, y recordaba cómo tocaba las campanas de niño, mientras ayudaba a trillar a su abuelo en Abaiz. Mari Sol Zaratiegui y José Mari Iriarte, descendientes de los últimos moradores del hoy despoblado les recordaron emocionados.
Carlos Armendáriz, presidente de la Plataforma en Defensa del Patrimonio Navarro, alabó su esfuerzo y les citó como ejemplo de pueblo sencillo que ha luchado sin miedo contra el gran poder de la Iglesia.
Finalmente, antes de brindar por Abaiz, brindis al que también se sumó el alcalde de Aibar, Pedro Lanas, se supo que la asociación Astrolabio, amigos del Románico, ha hecho una propuesta al Ayuntamiento para recuperar el lugar en varias fases con el objetivo de conservar y fomentar el patrimonio.
Diario de Noticias, 14/10/2012.