Los disparates de las visitas papales

Benedicto va a venir a Compostela y luego a Barcelona. En 2011 a Madrid. En Santiago va a estar 8 horas y la Xunta va a gastar 8 millones; en Barcelona, 28 horas y 1 millón. En Madrid 25 millones.

En todos los casos, viene como jefe de una confesión reli­giosa y no como jefe de Estado. Estupendo.

Buena parte de los españoles (para abreviar) aborrecemos el capita­lismo, pero como a la fuerza ahorcan analicemos sus execra­bles cere­mo­nias de las que participan esperpentos como Benedicto. Por­que esta visita a España es de un personaje que, si verdadera­mente fuese el representante de Cristo en la Tierra, tal como él dice, ven­dría rodeado de humildad y no de pompa, fastos e incon­tables gastos. Esa humil­dad que predicó hasta har­tarse Cristo, su repre­sen­tado. Un Cristo que predicó humildad, pero que también ha dado incalcula­bles quebraderos de cabeza al mundo a lo largo de 2000 años, por los abu­sos de quienes trafican con su doctrina. Empe­zando por las fecho­rías cometidas por varios de los predeceso­res de Bene­dicto.

Si Benedicto dice, y nosotros decimos, que es un jefe de estado, debi­era ser acusado por lo me­nos de populista, pues su Estado no es una democracia sino la antítesis. La Iglesia católica, por su organiza­ción piramidal, es una dictadura y su jefe un dictador. Bien, pero dejemos este asunto a un lado…

Porque si estos viajes fuesen costeados exclusivamente por sus segui­do­res o creyentes, los católicos, nada qué decir. Como nada di­ji­mos, en cuanto al costo de la visita (sufragada por él mismo o por sus epígo­nos), cuando vino el Dalai Lama. Pero si hemos de creer que la Igle­sia fue fundada por Cristo y el papa es su apoderado, ¿cómo se atre­ven, él porque lo consiente y quienes le agasajan por­que lo hacen con el dinero de todos, a gastarse 4 millones, 1 millón y 25 millones de euros por unas visitas de horas? ¿cómo es posible este dispendio habiendo tanta miseria en el mundo y siendo así que más de la mitad de los con­tribuyentes de este país son lai­cos, agnósti­cos o ateos, y la mayo­ría le detesta tanto por la patraña que encierra todo lo que ro­dea a este personaje como por los dispara­tes que regularmenente dice y comete? ¿cómo se consiente esto, siendo así que éste es un es­tado aconfesional y Benedicto no viene siquiera como jefe de Estado sino como jefe religioso?

El argumento secularmente empleado por los teólogos de las cade­nas es que un gran Señor merece grandes homenajes. Pero eso pudo valer en otros tiempos: cuando el mundo y Europa esta­ban so­brecogidos por las amenazas del infierno, por las conquis­tas en el Nuevo Mundo, por las mazmorras y por las torturas a los descreí­dos. Pero hoy día, en que todo el orbe sabe de la trampa que encierra la parafernalia católica, de los robos de los bancos vaticanos y de los abusos sexuales que corren por cuenta de tantos pederastas que dependen de uno u otro modo del Estado Vaticano, ¿cómo imagi­nan Benedicto, la Xunta y el Go­bierno español que este viaje y sus gastos no van a constituir una afrenta a la mesura que, por otros conductos, piden a los trabajado­res, a los parados, a los necesita­dos y a los que viven en el umbral de la miseria? El único apre­cio que po­dría conseguir Benedicto del mundo que no está dor­mido, aletar­gado o agilipollado vendría de presentarse en Com­pos­tela en un pollino, como Cristo entró en Jerusalén. Todo lo que no sea llegar allí en un asno y luego, por el puente aéreo, dirigirse a Barce­lona en clase turista o en la bo­dega para dar el mitin a los catalanes que bas­tante fastidiados es­tán con haberles birlado el Tribunal Constitu­cional el camino al federa­lismo o a la independencia, no le granjeará ninguna simpatía. Lo que hará será acentuar la aversión que cada vez más siente el mundo hacia el papado. Por tantas cosas la fama de Be­nedicto cada vez recula más, y cada día él es más impopu­lar.

Benedicto es un tipo que no habrá bendecido cañones criminales, como Pío XII, pero hay muchas cosas de que acusarle. Entre otras, que no ha dicho una sola palabra para condenar las felonías, las ignomi­nias y el genocidio de  Estados Unidos y sus cóm­plices de la “Co­munidad internacional” en Afga­nistán e Irak (por no hacer una rela­ción exhaustiva de los críme­nes del imperio troglodita).

En resumen, cuantos más aspavientos le dediquen los Estados a Be­nedicto, más recordará el mundo que Benedicto es un fantoche y uno de los más desalmados cómplices del capita­lismo y de todos los oprobios a que el capitalismo somete a la humanidad.

Jaime Richart

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