Maestros en demagogia

Se da por hecho que obispos, arzobispos y cabildos son personas cultas, preparadas, buenos conocedores del problema y de la mejor solución, aunque en demasiadas ocasiones no son las adoptadas

Por Rafael Sanmartín en lavozdelsur.es

La puerta del Bautismo de la Catedral de Sevilla. MAURI BUHIGAS

No parece normal que la Conferencia Episcopal, los obispos y arzobispos del reino de España respondan a una parte de un todo, como si fueran ciertos organismos de la Administración, siempre escurriendo el bulto para no reconocer sus errores y así no devolver los importes de multas y sanciones improcedentes. No parece lógico. No lo parece, pero los señores obispos siguen una línea similar, cargada de demagogia. Se da por hecho que obispos, arzobispos y cabildos son personas cultas, preparadas, buenos conocedores del problema y de la mejor solución, aunque en demasiadas ocasiones no son las adoptadas.

Buen ejemplo es la respuesta del regidor de la Archidiócesis de Sevilla al afirmar que el Patio de los Naranjos de la Catedral de Sevilla, no necesita ningún cambio de Estatuto jurídico porque la visita es libre… ¿libre?, ¿para residentes en la ciudad, en la diócesis o en la archidiócesis? ¿Y los de Bollullos? ¿Y los de Camas? ¿Y los de Badolatosa, son considerados sevillanos por la jerarquía eclesiástica? Entonces los habitantes de Aracena, de Arcos, de Cádiz, de Córdoba, de Huelva, de Jerez, de Los Pedroches ¿tienen entrada libre? Pues parece que muchísimos habitantes de la Archidiócesis, la inmensa mayoría lo desconoce. Claro, será raro que un vecino de Pozoblanco, por ejemplo, venga a darse un paseíto por el Patio. Más que nada por la distancia. Y porque ese no es el tema, aunque a pesar de todo, todavía no lo haya comprendido el señor Arzobispo. Como personas inteligentes deben saber que una verdad a medias es la peor de las mentiras. Porque no se trata de pasear, es más que eso. Porque pese a ser muy importante poder pasear, que puedan jugar los niños o descansar los abuelos, el fondo de la cuestión no sólo es eso. Es mucho más profundo.

El problema del Patio de los Naranjos es el de las inmatriculaciones. El Arzobispado y/o el Cabildo se ha lo ha apropiado como si fuera una propiedad anterior o lo hubiera comprado recientemente. Eso aconseja requerirles la presentación de los documentos de compra en unos casos o la prueba notarial de regalo en otros, de los más de cien mil bienes inmatriculados y adjudicados con la sola palabra del Obispo correspondiente. Incluso de los que ya han vendido a continuación de inscribirlos a su nombre. Es extraño que el señor Arzobispo desconozca o le aplique otro punto de vista para desviar la atención. Porque no es igual visitar que disfrutar. Y esto es lo que buscan los colectivos, pues la forma de apropiarse esos bienes ha sido como mínimo irregular, y la reforma de la Ley inconstitucional del expresidente Aznar en que se han basado está derogada.

Visto en profundidad y con perspectiva histórica y legal, el problema del Patio es doble: siempre fue visitable y disfrutable. Desde su inmatriculación nadie puede disfrutarlo ni puede ser conocido por los visitantes. La gran diferencia entre el hecho desnudo y la interpretación del señor Arzobispo, radica en que los bienes del común, llamados así porque son todos, no pueden dejar de serlo para pasar a pertenecer en propiedad a una persona ni a un colectivo, porque las propiedades del común no son pignorables, no pueden venderse ni regalarse, porque entonces ya no serían del Común. Los bienes inmatriculados por la Iglesia en realidad son bienes del común, por tanto, su pignoración es ilegítima. Esos bienes, cedidos a la Iglesia católica para su culto, pueden continuar cedidos, pero su propiedad no le corresponde porque son comunes, son del común y al común deben volver. Por lo tanto, lo procedente es que la Iglesia empiece a devolver todo lo apropiado a su legítimo propietario: el común. Porque lo que es de todos nadie lo puede privatizar, y estos bienes siempre han sido del común, de todos. El asunto es este y no vale disfrazarlo.

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