Más carbón, Sr. Obispo…

Carlos Armendariz


Carlos Armendáriz Idoate. No es mi intención explicar a su Ilustrísima la historia milenaria del carbón en nuestras vidas. Historia gozosa desde el brasero de nuestra niñez, sin calefacción central, hasta el último grito de un aderezo negrísimo y brillante en el cuello luminoso de una mujer.

          No, no diré nada de su historia; solo vengo a contarle, sr. Obispo, que mañana voy a comprar dos sacos hermosos de ese mineral. Carbón negrísimo, manchoso, en pedazos desangelados de cien tamaños y mil aristas. Carbón como el que llevamos en verano al campo para asar costillas, con la suegra y los chavales prendados del fuego crepitante.

          ¿Que para qué compro el carbón ahora, lejos de los asadores de Urbasa o del Quinto Real? Muy sencillo, Monseñor: para regalárselo. Hombre, ya sé que no es un regalo gracioso, ni elegante, ni tiene encanto. Si me permite la broma, puedo decir que sí puede ser un regalo chispeante… Además, el carbón tiene cualidades difíciles de encontrar en otros regalos: como es tan obscuro, puede significar algo pecaminoso; como mancha tanto, representa una acción sucia y pringosa; como es tan esquinado, sugiere que se lo regalas a alguien que actúa con arrugas y dobleces.

          Pues sí, sr. Obispo, a mí me parece que lo que ha hecho su Ilustrísima, dando por bueno lo que hizo su antecesor, acaparando miles de bienes (casas, huertos, helechales, ermitas, iglesias, catedrales…) es algo tan oscuro como el carbón; tan esquinoso, manchoso, tan arrugado y feo como el carbón.

          Este año, además, no traemos solo carbón navarro; ante su palacio dejaremos también carbón de otros lugares: carbón andaluz de parte de la  Plataforma “Mezquita Catedral, Patrimonio de todos”, carbón de Asturias, de Valladolid, de Sevilla… Carbón de las principales asociaciones de cristianos de base. Carbón de todas las personas que sintonizan con nuestro enfado, sean creyentes, tibios, agnósticos o ateos. Ellos quisieran hacer, como nosotros, su ofrenda negra ante sus Obispos, aunque desconocen cuáles y cuántos bienes de sus pueblos y ciudades han pasado con sigilo a las manos de sus obispos. Usted bien sabe que el Gobierno, sañudamente, niega a todos los Parlamentos la información de todo lo inmatriculado.

          Ya sé que usted no necesita nuestro carbón. Después de varios años recibiendo el mismo regalo, tendrá la carbonera llena. Pero es que no encontramos, año tras año, un mejor signo de repulsa y de condena.

          Ya lo sabe su Ilustrísima: el día 26, a las 5’30 de la tarde, tendrá nuestra ofrenda, nuestros villancicos y nuestros sacos de carbón. Ojalá llegue el día que podamos ofrecerle dulces de coloricos. A sus pies.

Carlos Armendáriz Idoate
Presidente de la Plataforma de Defensa del Patrimonio Navarro


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